El hipo, los antojos y ese “no sé qué me pasa” que en realidad sí sabes
A ver, seamos honestas.
El hipo es como ese ex que aparece de repente cuando menos lo esperas.
Estás tranquila, haciendo tu vida, y de pronto… ¡hip!
Y ahí estás tú, intentando mantener la compostura como si no tuvieras un duende en el diafragma.
Pero… ¿y si ese hipo tuviera algo que ver con ese otro visitante inesperado que también aparece cuando menos lo deseas?
Sí, hablo de él.
El antojo de chocolate a las 18:27.
El picoteo de algo crujiente a las 22:03.
La necesidad de abrir la nevera cada vez que tu jefe te habla por WhatsApp.
Porque mira, el cuerpo no hace cosas “porque sí”.
Ni el hipo.
Ni los antojos.
Ni el impulso de comerte tres galletas sin hambre real.
Desde la biodescodificación y la Psiconeuroinmunología, entendemos que esos síntomas “molestos” son, en realidad, un lenguaje.
Un idioma que tu cuerpo aprendió cuando eras pequeña, cuando no podías hablar abiertamente de tus emociones, pero sí sentirlas a lo bestia.
Y si no te dejaban llorar, gritar, enojarte o simplemente pedir lo que necesitabas, el cuerpo lo guardó en algún lugar.
A veces en forma de tensión muscular.
Otras veces como hipo.
Y muchas más… como hambre emocional.
Porque no, no te falta fuerza de voluntad.
No eres débil por no poder decir que no a un antojo.
👉 Lo que pasa es que tu cuerpo encontró en la comida un refugio.
Un calmante.
Una forma de llenar eso que en su día no te dejaron expresar.
Y cuando eso no se libera… sale como puede:
🍫 En un ataque de dulce.
🍟 En un picoteo sin sentido.
🫢 O en un hipo escandaloso que interrumpe la cena.
Así que la próxima vez que vayas directa al armario de las galletas…
o que el hipo aparezca como invitado sorpresa,
en lugar de pelearte con tu cuerpo… escúchalo.
Pregúntate con cariño:
✨ “¿Qué emoción estoy tragando?”
✨ “¿Qué parte de mí necesita atención urgente?”
Porque tu cuerpo no quiere sabotearte.
Solo quiere hablar contigo.
Y sí, a veces usa snacks para que le hagas caso.
Si te encantan estos mensajes ocultos del cuerpo tanto como a mí, con mi programa SOMA, puedes entender por qué a veces tu cuerpo grita cuando tú ya te has acostumbrado a callar.